El Paso Morning Times (El Paso, Tex.), Vol. 35TH YEAR, Ed. 1, Monday, June 7, 1915 Page: 4 of 4
four pages : ill. ; page 20 x 16 in. Digitized from 35 mm. microfilm.View a full description of this newspaper.
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CUATRO
EL PASO MORNING TIMES
PAGINA
t fnTirD V DI V
7 Autor Favorito
El sol de aquella nonio mañana
otoñal volcaba sobre los andenes
un torrente de claridad difusa
una especie de evaporación pla-
teada que hería la retina y bru
ñía los rieles. Pocos viajeros es-
peraban la llegada del expreso
que allí sólo se detenia un minu-
to; varios mozos de andén con-
versaban junto a una diabla car-
gada de equipajes; la quietud de
los vagones olvidados en una vía
lateral daba al cuadro una intra-
ducibie pero taladrante expresión
de tristeza.
Ernestina iba a entrar con paso
distraído en el restaurant de la
estación cuando se detuvo ante la
Biblioteca atraída momentánea-
mente su curiosiadad por la alga-
rabia policroma de las portadas de
los periódicos ilustrados y de las
novelas francesas.
La vendedora acudió solicita :
La señorita deseaba algo?
La linda cabeza rubia de Er
nestina tuvo un lánguido moví
miento negativo.
Gracias.
Y luego.
A qué hora debe llegar el
expreso de Hendaya?
A los once y dos minutos
La joven consultó el reloj i to de
oro que llevaba en la muñeca-
raso y nieve de su brazo izquier
(lo
Las diez y cuarto! Qué
temprano!
La vendedora replicó astuta
mente:
Sí muy temprano. Creo que
nana usted muy bien en comprar
me un libro; se aburrirá üsted
menos.
Aburrirse pensó Ernestina
cuando estamos solos equivale
a no hallarnos satisfechos de no
sotros mismos; es odiarnos.
Esta reflexión la decidió a bus
car un pasatiempo.
Ueme usted dijo una no
vela de Jacinto Ruiz.
Su interlocutor;! se mordió los
labios.
t No sé repuso vacilante s
quedan libros de ese autor:
una firma que se vende mucho
No me extraña : para mi co
mo para millares de personas Ja-
cinto Ruiz es el autor favorito.
La vendedora comenzó a regis-
trar en un arcón repleto de guías
y de revistas ilustradas; sus ma-
nos conocedoras y diligentes a-
eostumbradas a manejar libros
iban de un lado a otro.
Ah sí! exclamó Aquí hay
obras de Jacinto Ruiz. Tome us-
ted: "Silencio" por ejemplo. Es
una novela que las señoras piden
mucho.
La conozco.
Otra: "El amigo íntimo."
También la he leído.
Otra: "Años de paz."
iAh !. . . Es nueva?
Se ha puesto a la venta ayer.
Ya!...
Con su aire descuidado y un
poco triste Ernestina comenzó
a hojear el volumen y nó tardó
en tropezar con un paisaje inte
rior de irisada y penetrante psi
cología que la intereso.
Bien murmuró. Me quedo
con el.
Luego sometida al hechizo de
la ficción novelesca fué a sentar-
se en un banco. Durante media
hora leyó ávidamente sin pesta
heos alucinada por aquella narra
ción de amor de ingratitud y de
cansancio que parcela proyección
matemática o maravilloso reflejo
de su propia historia.
Corno ella "Alicia" la heroína
del libro pertenecía al teatro
varios episodios interpolados en
el primer capitulo arrancados pa-
recían a la infancia dé la gentil
lectora. En los albores de su ca-
rrera artística la ambición de
"subir" de llegar invadió el alma
de Ernestina. Lo que no se refi-
riese directamente a su arte era
para ella insubstancial y pegadi-
zo. Ninguno de los cortejadores
que llamaron suplicantes a su co
razón supo interesarla en su ru
bia cabecha frivola desmemoria
da y cruel los juramentos de a-
mor vibraron sin dejar recuerdo
y para todos los dolores sus labios
boticeuescos tuvieron u misma
sonrisa adorable y egoísta
"Amar! se preguntaba entre tan
to el alma inconsciente y dura de
Ernestina: que era eso?
Hasta que inopinadamente la
sensación cnorpt dulce y trágica
a la vea produjo. Y fué como
un terremoto como un formida
ble derrumbamiento de todo
to nazca aui naiua siau. su
orgullos artísticos sus propósitos
ambiciosos de auge y encumbra
miento desechos quedaron en la
corriente de aquel gran rio de
amor del cual todos los otros
sentimientos fueron como por en
salmo tributarios humildes.
Vino luego la desilusión el a
bandono mortal del hombre in
grato y adorado y Ernestina se
halló infinitamente triste deso-
rientada y sin bríos para volver
al teatro. Entonces solo expen
mentó el deseo ardiente de huir.
de retirarse al campo en la paz
amable de los árboles que viyen y
no hablan.
Y este drama sin sangre era i
déntico al que Jacinto Ruiz desen
volvía con arte maravilloso en su
novela "Años de paz." Como en
las obras del inolvidable pensador
ginebrino había en este libro un
amor intenso a la Naturaleza una
especie de exaltación mística ante
a grandiosidad de los crepuscu
los; un culto relieioso a la vida
Ceres inmortal que tiend sobre
as frondas su manto de esmeral
da y estalla a lo largo de los sur
eos en espigas de oro. . .
Repentinamente un silbido a
gudísimo vibró imperativo bajo la
marquesina de la estación. Er
nestina cerro el volumen cogió
apresuradamente su saquillo de
viaje y se acercó qH tren que aca-
baba de detenerse. La locomoto
ra jadeaba con jadeo fragoroso
Una voz repetía : .
iX..;. .! i Un minuto!.
Ernestina subió a un vagón de
primera clase : el tiempo indispen
sable para cerra la portezuela de-
jar su exiguo equipaje en la re
decilla del coche v lanzar sobre el
andén una mirada triste qu envoi
vía una alusión desolada hacia
todo lo que iba quedando atrás.
El expreso había reanudado su
fuca delirante. A uno y otro la
do de la vía dilatábanse en ondú
laciones suaves prados verdean
tes salpicados de alquerías bru
ñidas y blancas como la nieve ba
jo la irisada claridad mañanera
ENTUMIDO.
Cuántas nieves en la cumbre
en la cumbre del volcán . . .
en la alcoba falta lumbre
en- la mesa falta pan !
Oué doliente
Cae ta noche!... Blanca ausente
uelve pronto; vuelve luz!
vuelve anima al desgraciado
que camina fatigado -
bajo el peso de su cruz.
Está helado el muchachito;
Quién su cuerpo arropará?
se queja el pobrecito
más se queja muy quedito
porque no oiga su mamá.
Volverá!...
Sí la luz consoladora
con el alba llegará. ...
mas el niño .rubia aurora
Ya tus rayos no verá!
Tiene hambre tiene triol
está triste entre los tristes
para que sepa que existes
manda a la muerte Dios mió!
Débil niño que pereces
sin abrigo ni jergón
cuánto cuánto te pareces
a mi pobre corazón !
M. GUTIERREZ NAJERA.
EL BUSTO DE LA NIEVE.
Ernestina se había sentado jun
to a una de las ventanillas del co-
che después de ajustarse pulcra
mente sobre el vestido su largó
toaban impermeable de corte in-
glés. Y así metida en aquella
prenda elegante y exótica con su
sombrero redondo de fieltro sus
cabellos dorados y rizos sus gran
des ojos azules y su inteligente
rostro aguileño y pálido ofrecía
al observador un perfil que mor-
día la curiosidad.
Luego examinó a su único com-
pañero de viaje cómodamente
instalado entre almohadas al otro
extremo del vagón. Era un hom
bre que empezaba a pasar de la
secunda juventud. De la boina
azul que tocaba su cabeza desbor
dábase la noble frente ancha y
pensadora; en el fondo de sus
cuencas y sobre la melancolía de
sus mejillas sin color los ojos
negrísimos y brillantes parecían
desesperados ; la boca hundíase en
la maraña de una barba intensa
Tosía con frecuencia y al toser
llevábase al pecho dolorido sus
maños de dedos nudosos; bajo la
manta que abrigaba sus piernas
las rodillas esqueléticas insinúa
ban una linea aguda.
Es un tísico pensó Ernesti
na incurable. Y apartó con di
gusto la vista del desconocido cu
yo perfil de muerto se recortaba
con intensidad fatídica sobre el
rectángulo de la ventanilla inva
dida por la enérgica alegría de vi
vtr que venia del campo.
Abrió el libro y continuo su lee
tura. En aquellas paginas el au
tor trazaba con sobrios y magis
trales rasgos el encanto perezoso
de una siesta. 'Alicia la heroi
na de la historia doliente ya ha
bía sido abandonada. Eran las
tres de las Urde de un día de a
gasto Alicia se hallaba en una
casa asomada a un balcón ; del
cielo intensamente azul cala un
recia oleada de calor. En la quie
tud provinciana de la calma un
pianillo de manubrio desgranaba
las notas de un vals; en las ven
tanas bajo el beso enorme del sol
las macetas de claveles y de mu
dos ardían ; una moza pasó pisan
do corto y con un alarmante cru
jir de enaguas y los picaros que
custodiaban el organillo tuvieron
para ella requicoros atrevíaos
miradas de-brasa. Y en aquel de
llamamiento de Calor y de luz
Cenoamientó de "Alina" volaba
acia el campo donde todo es sa
ludable y tuerto. Ernestina
De amor tentado un penitente
un día
con nieve un busto de mujer
formaba
el cuerpo al busto con furor
juntaba
templando el fuego q'en su pecho
ardía.
Cuanto mas con el busto el
cuerpo unia .
mas la nieve con fuego se mez
claba
y de aquel santo el corazón se
helaba
y el busto de mujer se deshacía
En tus luchas oh amor! de
quién reniego
siempre se une invierno con estío
y si uno ama sin fe quiere otro
ciego.
Asi te pasa a ti corazón mió
que uniendo ella su nieve con
fuego M :'
por matar de calor muere de frío
CAMPOAMOR
importa!
Fué su existencia para mi tan
corta
que afirmar no me atrevo que fué
cierto.
Yo sé que la mujer es incons-
ciente que es ráfaga de humo su pro-
mesa porque palabras y ternura miente
la misma boca que acaricia y besa.
Te amé me amaste? En tu
amor no acierto
distinguir la verdad de la mentira
y mas aún en un amor que i ha
muerto.
Enterrémosle en paz. Sobre la
fosa
pongamos una lápida y sin ira
escrioamos en eua: vqui reposa.
L.N. 6.
COBARDIA.
Pasó con su madre: Qué rara
belleza!
qué rubios cabellos de trigo gar-
zul!
Qué ritmo en el paso ! que innata
realeza
de porte que formas bajo el fino
tul!
Pasó con su madre : volvió la
cabeza
me clavó muy hondo su mirada
azul!
Quedé como en éxtasis. . .
Con febril premura
'Sigúela!" gritaron cuerpo y al
ma al par .
Pero tuve miedo de amar con
locura
de abrir mis heridas que suelen
cangrar
y no obstante toda mi sed de
ternura .
cerrando los ojos la dejé pasar!
AMADO ÑERVO.
INGRATA.
Ya no hay remedio. Nuestro amor
ha muerto.
De sed o saciedad?. . . Poco me
FUorrivA.
RIMA.
Alguna vez la encuentro por el
mundo
Y pasa junto a mí ;
Y pásase sonriendo y yo me
s digo:
Cómo puede reír?
Luego asoma a mis labios otra
risa
Máscara de dolor
Y entonces pienso: Acaso ella
sé ríe
Como me río yo.
G. A. BECQUER.
vantó los ojos para mirar a su
compañero de viaje. El descono-
cido sufría en aquel momento un
terrible acceso de tos que le obli-
gó a llevarse el pañuelo a los la-
bios. El infeliz se ahogaba ; grue
sas gotas de sudor empaparon su
frente: sus ojos se dilataban con
angustia. Luego ya más calma
do reclinó la cabeza hacia atrás
sus mejillas se cubrieron de
mortal palidez; entre sus manos
convulsionadas por la asfixia el
pañuelo aparecía rojo.
Ernestina pensó:
Era lo único que me faltaba:
viajar con un moribundo. En la
primera estación cambio de coche
Se tranquilizó un poco consi
derando que en caso necesario
llamaría al timbre de alarma. En
seguida volvió a su lectura y el
superior espíritu de Jacinto Ruiz
su autor favorito tornó a poseer
la. Había tn el verbo del gran
artista amado de Us mujeres una
emoción quemante y como irisa
da que conforUba el ánimo del
lector cual si dotado se hallase
de una virtud analéptica. Todo
en él era pasión fuerza amor ro
mántico y desbordado. Jacinto
Ruiz era un griego que resuciuba
en el cansado occidente el espíri
tu de la vieja Helade optimista y
gloriosa. De sus libros el pesi-
mismo que es cobardía estaba
proscrito y sus personajes eran
bellos como héroes.
embelesada Ernestina cerro
lentamente sus grandes ojos azu
les. También pensó en el otro.
en el traidor en el aborrecido y
adorado enemigo... De pronto
una idea infantil inquietó agrada
blemente su pensamiento. Cómo
serta Jacinto Kuiz?. . . lAii! cu
elU le hubiera conocido .segura
mente le hubiese amado.
El enfermo coraeruq de nuevo
a toser Ernestina hizo esfuerzos
sobre si misma para no oírle. Pe-
ro aquel dolor U atraía miró da
reojo al tísico cuya cabeza en
los esfuerzos de la tos se movía
con trágicos estremecimientos so-
bre el rectángulo luminoso de la
y ira ta wins . - - i r... a
Si al autor ilustre de "Años
de pas" toma razó. No todo es
en el mundo podredumbre y trai
ción. El vulgo es lodo; pero so-
bre esa plebe egoísU y sórdida
hay voluntades diamantinas y es-
píritus horros de impureza que
saben hacer de la vida una ple-
garia excelsa. Y Jacinto Ruiz
pertenecía a estos elegidos . . .
La tos del enfermo que sonaba
lúgubre como una voz de U tie-
rra quebró momentáneamente el
hilo de aquellas reflexiones. La
joven tuvo un gesto de impacien
cia y de asco.
Luego su alma artisU reflexio
nó que desde la cortijada adonde
voluntariamente iba s destorrarse
sería bonito 'escribir a Jacinto
Ruiz explicándole la desolación
de su espíritu y U admiración
(veneración más bien) que hacia
el sentía. Y como el novehsU i
fuer de caballero cumplido no de
jaría de contestarla era seguro
que el tiempo andindo llegarían
a ser amigos.
Otra vez U figura del escritor
la preocupó pues ella que "ado-
raba la forma" jamás hubiera po-
dido enamorarse de un hombre
feo. No la Naturaleza no gusta
de dejar sus obras sin concluir
los artistas divinos y deformes
como Leopardi son afortunada
mente muy raros. Y Ernestina
se sintió tranquilizada al pensar
que Jacinto Kutz tendría como
Henrique Heine una hermosa ca
beza bella y triste. . .
El expreso se había detenido en
una pequeña estación y al coche
donde iba Ernestina subieron dos
viajeros. Apenas el convoy rea
nudó su marcha uno de los recién
llegados dijo a au compañero en
voz baja y aludiendo al enfermo
con gesto discreto:
Le conoce usted?
No. Quién es?
Jacinto Ruiz.
El novelista?
El mismo.
Ernestina lívida como los
muertos apenas pudo reprimir un
grito. No. U Naturaleaa.no sabe
lo que hace ) Para qué fantasear
Para qué esforzarse en ser di
choza?. . . Y fríamente por
ven anilU. tiró el libro al espacio.
EDUARDO ZAMACOS.
Pálida como un lirio como una
rosa enferma. Tiene el cabello
obscuro los . ojos con azuladas o-
eras las señales de una nueva la
bor agitada y el desencantó de
muchas ilusiones ya idas. . . i Po-
bre nina!
Emma se llama. Se casó con
el tenor de la compañía siendo
muy joven. . La dedicaron a las
tablas cuando so pubertad flore-
cía en el triunfo de una aurora
espléndida. Comenzó de compar
sas y recibió los besos falsos de
los amantes fingidos de la come-
dia l Amaba a su marido? No
lo sabía ella misma. Reyertas con
tinuas rivalidades inexplicables
de las qúc pintara Daudet; la lu
cha por la vida en un campo as
pero y mentiroso : el campo donde
florecen las guirnaldas de una no-
che y la flor de la gloria fugitiva ;
horas amargas quizás semi borra
das por momentos de locas fies-
tas ; el primer hijo el primer de
sengaño artístico; el primero de
los sueños de oro i que nunca lle-
gó ! y en resumen la perspectiva
de una senda azarosa sin el mira'
je de un porvenir sonriente.
A veces meditabunda. En la
noche de la representación es una
reina princesa delfín ó hada. Pe-
ro bajo el bermellón están la pa
lidez y la melancolía. El espec
tador ve las formas admirables y
firmes los rizos el seno que se
levanto en armoniosa curva; lo
que no advierte es la constante
preocupación el pensamiento fijo.
la tristeza de la mujer bajo el dis
fraz de U actriz.
Será dichosa un minuto com
pletamente feliz un segundo. Pero
la desesperanza está en el fondo
de esa delicada alma. Pobrecita
En qué sueña? No lo podría yo
decir ; su aspecto engañaría al me
jor espectador. Piensa en
país ignorado a donde irá maña
na en la contrata probable en el
pan de los hijos? Ya la mariposa
del amor el aliento de Psiquis no
visitará ese lirio tan lánguido; y
el principe de los cuentos de oro
no vendrá : ella esta al menos se
gura de que no vendrá.
Oh! tú llama extinguida pá
jaro perdido en el enorme bosque
humano! Te irás muy lejos pa
sarás como una visión rápida y no
sabrás nunca que has tenido cer-
ca a un soñador que ha pensado
en ti y ha escrito una pagina en
tu memoria quizá enamorado de
esa palidez de cera de esa melan-
colía de ese encanto de tu rostro
enfermizo; de tí en fin paloma
el país Bohemio que no sabes a
cuál de los cuatro vientos del cie
lo tenderás tus alas el día que
viene.
RUBEN DARIO.
Las Mujeres Italianas
José Garibaldi hubo de escri
bir una vez en una de sus procla
mas al pueblo italiano:
"Tengo tanto fe en el generoso
corazón de las mujeres italianas
sin distinción de clase que me a-
trevo dirigirme a elUs para con-
vidarlas a cumplir con un deber
caritativo y patriótico.' . .
Hoy las mujeres italianas pare
cen recordar las nobles frases del
héroe de los "Mil" y unidas en
un estrecho lazo que el amor de
patria consolida están preparadas
para proporcionar su ayuda a la
Patria revelando lo mismo que
las mujeres de Francia de Ingla
terra y de Alemania todo su va
lor moral y su sena preparación.
Animada con los más nobles
deseos de fraternidad y de paz
universal la mujer ha escuchado
con horror el grito de guerra lan
zado por las naciones europeas.
Mas puesto que el mal no tenia
remedio no podía ella encerrarse
en Un estéril sentimiento de pena
que hubiera resultado egoísta.
Fué preciso accionar buscar el
medio de ser útil de tomar parte
en el inmenso trabajo social que
requería también de la mujer una
seria contribución. Activa suen
ciosamente halló su puesto y las
naciones saben que mucho le de
ben en la hora actual al servicio
social de la mujer.
La mujer italiana que desde ha
ce años viene trabajando con
constancia y entusiasmo por el
bienestar de Us clases necesito
das que ha ensanchado notable
mente el campo de la candad e-
fectiva de la educación y de los
estudios empezó desde los primé-
ros momentos del conflicto euro
peo a prepararse. Hoy se halla
listo y lo mismo que de enferme
ra asi como en otros muchísimos
cargos sabrá auxiliar y. sustituir
al hombre prestando un notable
servicio a la patria.
Acerca de U actividad fement
na en tiempo de guerra existe una
retórica muy falsa que sólo pre
senta en el concepto de algunos
espíritus ingenuos a la enfermera
inclinada sobre el soldado herido
EL JUEGO
Los jugadores juegan qomo los
enamorados aman como los beo
dos beben ciegamente bajo el
imperio de una fuerza irresistible.
Hay seres consagrados al amor
Quién pues ha inventado la his
toria de esos dos marineros po
seídos de la locura del juego?
Naufragan después de terribles a
venturas y solo pueden escapar a
la muerte saltando sobre el torso
de una ballena. Inmediatamente
sacan del bolsillo los dados y los
cubiletes y se ponen a jugar. He
aquí un cuento mas verdadero que
la verdad. Cada jugador es uno
de estos marineros. -
Hay en el juego algo que re
mueve terriblemente Us fibras to-
das de los más audaces. Tentar
U suerte no es una voluptuosidad
mediocre. No es un placer sin
embriaguez gustar en un segundo
meses anos toda una vida de te
mor y esperanzas. Aún no tenia
Ío diez años cuando el profesor
1. Grépinet nos leyó en clase la
fábula del Hombre y del Genio
A pesar del tiempo recuerdolal
mejor que si la hubiese escucha
do ayer mismo. El Genio le en
trees al niño un ovillo de hilo y
U mee: este hilo es el de tus
días. Tómalo. Cuando quieras
que el tiempo se te deslice tira
del hilo; tus días circularán ra
pídame n te o lentos según bayas
desenrollado el ovillo presta o re
misamente- Mientras no toques
el hilo permanecerás en la misma
hora y catado de tu existencia.
El niño tomó el hilo ; en seguida
tiró de él para convertirse en
hombre luego para casarse con la
novia amada dnapnts para crecer
s sus atios para obtener empleos
dinero honores para olvidar los
cuidados evitar sufrimientos en
fermedades sobrevenidas con
edad en fin I para terminar
vejez i sap setena .Vivió cuatro
meses y seis días desde que lo
visitó el Genio.
Y bien qué es el juego sino
el arte de experimentar en un se-
gundo las mudanzas que el Des-
tino necesita de ordinario muchas
ñoras y aun muchos años para
producirlo; el arte de asumir en
un solo instante las emociones
dispersas en el lento vivir de los
hombres ; el secreto de vivir toda
una vida en algunos minutos; en
suma el ovillo de hilo del Genio.
El juego es U lucha cuerpo a
cuerpo con el destino. Es el com
bate de Jacob con el ángel. El
pacto del doctor Fausto con el
diablo. Se juega dinero el
dinero esto es la posibili-
dad inmediata infinita. Posible
es que U carta que se va a tirar
U bola que rueda conceda al ju
gadpr parques y jardines campos
y bosques castillos que erigen al
cielo sua torrecillas puntiagudas.
Sí esta bolita rodadora contiene
muchas hectaras de rica tierra
tejados pizarreños de esculpidas
chimeneas que se reflejan en Us
ondas del claro no; tesoros ar
tísticos maravillas del gusto al
najas prodigiosas los cuerpos
más hermosos del mundo hasta
las almas que nadie creería ve
nales: todas las condecoraciones.
todos los honores toda la gracia
y todo el poder de la tierra.
Que digo: Resumen mucho
más que eso; encierra el ensue
ño. Y queréis que no se juegue
Si el juego no hiciese más que
conceder esperanzas infinitas st
solo mostrara la sonrisa de sus
ojos verdes se le amaría con me
nos rabia.
Pero tiene uñas de diamante es
terrible cuando le place U mise
ría y la vergüenza : por eso se le
adora.
La atracción del peligro radica
en el fondo de todas Us grandes
pasiones. Su voluptuosidad pro
duce vertigo. El placer mezcUdo
de temor embriaga. Habrá algo
mas terrible que el juego?
No : el juego da toma ; sus ra
zones no son nuestras razones
Es mudo ciego sordo. Lo puede
todo es un dios.
Es un dios. Tiene sus devotos
y sus santos que lo aman por él
mismo y que lo doran cuando les
hiere. Si los despoja cruelmente
imputándose la falto s si mismos
no se la imputan a el
"He jugado mal" dicen
Se acusan y no bUsfcman.
o el acto heroico de U ciudadana'
quien defiende su casa con el sa-
ble. Sin embargo la realidad es
bien distinta. Nada de coreográ
fico nada de deslumbrador en la
obra que las mujeres están llama-
das a desenvolver en tiempo de
guerra. Sino trabajo oscuro ssiy
crificio centuplicado y tríate. La .
"Federación Lombarda Femeni-
na" tiene a su disposición todo un
personal de obreras sin trabajo
que ahora serán las cocineras y
camareras de los hospitales. Hay
otro grupo femenino que entrará
en los bancos y oficinas del Go-
bierno para sustituir a los hom
bres que se han alistado en e)
ejercito. L.
El "Lyceum femenino que
muchos juzgaban un simple lugar
de reunión mundano ha converti
do sus elegantes salones en talle
res en donde se oye el ruido de
las máquinas de coser que prepa-
ran ropa para los soldados. Exis
te ademas una oficina de co
rrespondencia." para aquellas se
ñoras que debido a su edad o a
su salud no pueden hacerse cargo
de un trabajo pesado ; ellas serán
pues las intermediarias entre los
heridos y los pnsioneros y sus
respectivos familiares. . jV
Más humilde pero quizas mas
apreciado es el trabajo de las
Portadoras o sea de Us cam
pesinas de los Alpes a quienes los
soldados llaman amistosamente
Las Alpinas." Son mujeres fuer
tes que conocen la montaña lo
mismo que su choza mujeres a-
costumbradas a una vida áspera y
por eso son incansables. Allá
i i .t i .-
vujiiuc wiu ci alpinista puvv iiv
gar llegan ellas y llevarán los?
víveres v todo lo necesario para
las tropas que defienden las fron-W
toras alpinas. Son calmas pa-
cientes; se trepan por la monta-
ña hasta donde no pueden llegar
las muías sin demostrar cansan-
cio alguno. Reciben un jornal
bastante elevado y se inscriben
voluntariamente.
Semejantes a las hormigas irán
de día y de noche desde las cús-
pides hasta los valles con su car
ga: ignoradas en la graduación
del mecanismo bélico pero heroi-
cas y valientes.
t?i -i : 1.1-
üi ejercuu iemcnino un nouic
-J - i j -
un ejército que remedia el. mal
en vez de ocasionarlo está listo.
Siempre el pueblo italiano en
las horas graves y difíciles ha po-
dido contar con el auxilio femenil.
En las desgracias públicas en
los frecuentes terremotes e inun
daciones que traen el dolor la
mujer ha acudido solícita a pres-
tar su apoyo a socorrer a aliviar.
En los días memorables de las pa
sadas luchas por la independencia
de la patria Us mujeres se han
halUdo serenas y valerosas siem-
l'ic ai iauo uci iiomuie para ayu
darlo alentarlo y ser útil auxiliar
aunque en distinto campo.
Desde la valerosa Anita Gari-
baldi quien siguiera incansable a
su héroe entre el relampaguear
de las bayonetas hasta la vene-
rable madre de los Cairoli quien
todos sus hijos diera a U patria
Italia cuenta con una legión de
mujeres que sacrificaron a la Pa
tria todo lo más querido. Por eso
tal vez merecieron de Garibaldi
Lestas palabras de admiración y de
agradecimiento: Vosotras mu
jerea habéis devuelto a Italia la
antigua sublime idealidad que el
egoísmo y la ficción hablan arras-
trado en el fango. Yo rae inclino
agradecido delante de Us mujeres
regeneradoras de un nnehlo v
bienhechoras de la humanidad."
Hoy como entonces las muje
res italianas mi hubieran nreferi-
uu ta concordia general y que nan
visto con horror que se pisoteara' 1
el blanco estandarte de la paz
frente a lo inevitable se hallan
dispuestas a prestar un útil apoyo
a sus valerosos y entusiastas her-
manos tratando al mismo tiempo
de calmar los odios atávicos.
Y van fijando U mirada ansiosa
en las blancas cúspides de los. 4
a i ...i i ..oi.. n ijfll
. mjic iko vuaiwa tina
linda bandera que en sus tres co-
lores habla de fé de amor y de
esperanza.
ANGELINA FANTOL1.
Habana Mayo 1816
Un caballero ve entrar a su
criado en una taberna :
Juan le dice me sorprende
mucho verte entrar en semejante
aitin Kk
... ... sw
i.n scnoriio: pues mucho
as sorprendido quedariá Ud ai
viera salir.
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El Paso Morning Times (El Paso, Tex.), Vol. 35TH YEAR, Ed. 1, Monday, June 7, 1915, newspaper, June 7, 1915; El Paso, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth196697/m1/4/: accessed May 6, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; crediting University of Texas at El Paso.