El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 3, No. 112, Ed. 1 Saturday, April 4, 1891 Page: 3 of 4
four pages : ill. ; page 24 x 17 in. Digitized from 35 mm. microfilm.View a full description of this newspaper.
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'' "
¿tara loe dos, señor*; me
firmar que está en manos
Oh! dijo la pdbre mujer
diendo tristemente la cabe-
a fortunare* que me ha-
, v <|ue ruego A Dios le con*
, jiu>;Ja gozaré yo! Han fra
<mu1o tantas cosas en mi y en
j h^oimuío, q*ie nae siento cer-
«le la tuiuba. Habéis hecho
ii, miflor Conde, eu traerme al
utnvktfule era dichosa; donde
a ha sido dichosa, debe morir.
■jAy! dijo Montecristo—to
vuestras palabras, señora,
n amargas y abrasadoras,
do v s e téis razón para odiar
; he causado todos vuestros
alen; que no me lloréis en vez
aeusarm vMe haríais más des
graciado aún....
—¿Odiaros, acusaros á vos,
dmundo? ; Odiar, acusar al
lombre «pie salvó la vida de mi hi-
o, porque era vuestra intención
tal y sangrienta, ¿no es verdad ?
atar á Mr. de Morcef, el hijo
que estaba tan orgullosa?
h! mira ba \ y veréis si hay en
íí laajiirlja^U de una recou-
ención.
El C :i le levantó la mirada y
a detuve so Mercedes, qne,
¡medio en pie, extendía sus dos
nanos hacia él.
—¡Olí! miradme,—continuó
n un sentimiento de profunda
elancolía;—puede resistir hoy
brillo de mis ojos; no es este
I tiemp;> en <j'te yo veía sonreir
é Edmundo Dantés, que me es-
jieraba allá, en la ventana del te-
jado, bajo el cual habitaba su an
ciano padre Desde aquel
tiempo, ¡cuantos días dolorosos
han panado, abriendo un abismo
de pesares eutre mí X él! Acu-
dí iros, Klmundo, odiaros, amigo
mío, ¡no! á mí es á quien acuso y
olio. ¡Oh, miserable de mí!—
exclamó juntando las manos y le
vantando los ojos al cielo.—He
sidto castigada.... Tenía reli-
gión, iiioí"<ncia, amor, estas tres
A-enturas de los ángeles, y, mise
rabie de mí, dudé de Dios.
Montecristo dio un paso hacía
-ella y la tendió silenciosamente
la mano.
-No—dijo retirando dulce-
mente la suya Mercedes;—no,
amigo mío, no me toquéis. Me
habéis perdonado, y sin embargo,
|de todos aquellos á quiénes ha
béis herido, yo era la mas culpa-
ble. Todos los demás han obra-
Ido por odio, por codicia, por ego
Mmo; yo por maldad. Ellos de-
Iseabán, yo lie tenido miedo. No,
|no estret liéis mi mano, Edmun-
do. Meditáis alguna palabra a-
afectuosa, lo siento; no lo digáis;
guardadla para otra; yo no soy
[digna de ella, no Mirada—con-
ti mió desabriendo de repente su
rostro—ved; la desgracia á pues-
to mis , cabellas grises; mis ojos
lan vertido tantas lágrimas, que
circuidos de venas violadas;
li frente ne arruga, por
¿rartrario, Edmundo; vos sois
ieiwpr^ joven.. siempre hermoso,
íinpre altivo. K* que habéis
lido Je, es <|Jie habéis tenido
?rza. es que habéis descansado
Dio* y Dios os ha sostenido,
o lie sillo malvada, he renegado
Mos, y Dios me ha abando-
Mercedes rompió en lagrimas «•
el corazón de 3a mujer se despe-
dazaba al choque de los recuer-
dos.
Montecristo asió su mano y la
besó respetuosamente; pero sin-
tió en sí mismo que estalla sin ar
dor, ex mo el que el Conde pudie
ra haber estampado eu la mano
del mármol de la estatua de una
santa.
—Hay—continuó—existencias
predestinadas, cuya primera fal-
ta destroza todo su porvenir.
Os creía muerto, ¡y debería ha-
ber muerto asimismo! Porque
l para qué ha servido que yo lle-
vase eternameute vuestro duelo
en mi corazón ? Para hacer de
una mujer de treinta y nueve
años, una mujer de cincuenta;
he aquí todo. ¿ De qué sirve
que sola entre todos, habiéndoos
reconocido, haya salvado única-
mente á mi hijo ? I No debía
también salvar al hombre, por
culpable que fuese, á quien ha-
bía aceptado por esposo? Sin
embargo, le he dejado morir,
¿qué digo? ¡Dios mío! ¡he contri-
buido á su muerte con mi torpe
insensibilidad, con mi desprecio,
no recordando, no queriendo re-
cordar de que por mí se hizo trai
dor-y perjuro! ¿De «pié sirve,
en fin, que haya acompañado á
mi hijo hasta aquí, cuando aquí le
abaudono, cuando aquí le dejo
partir solo, cuando le entrego á
la devoradora tierra de Africa?
¡Oh! ¡he sido mala, he renegado
de mi amor, y, corno los renega-
dos, comunico la desgracia a
cuanto me rodea!
—,No, Mercedes—dijo Monte-
cristo—no; tened mejor opinión
de vos misma. No, voj sois una
noble y santa mujer, y me ha-
bríais desarmado con vuestro do-
lor; pero tras de mí, in visible,
desconocido, irritado, estaba Dios
de quien yo no era más que man
datario, y que no ha querido con
tener el rayo por mi lanzado.
¡Oh! juro ante Dios, á cuyos pies
hace diez años ine prosterno día
ri« mente, juro á Dios que os ha-
bía hecho el sacrificio de mi vi-
da entera, y con mi vida, de los
proyectos á ella encadenados. Pe
ro, lo digo con orgullo, Merce-
des; Dios tenía necesidad en mí,
y he vivido. Examinad lo pasado
y lo presente, tratad de adivinar
el porvenir, y ved que soy el ins-
trumento del Señor; las más ho-
rrorosas desgracias, los más crue-
les sufrimientos el abandono de
todos los que me amaban, la per
sedición de los que no me co-
nocen, he aquí la primera parte
de mi vida; luego inmediatamen-
te el cautiverio, la soledad Ja mi
seria; luego el aire, la libertad,
una fortuna tan brillante, tan
fastuosa, tan desmesurada, que á
no ser ciego he debido pensar
que Dios me la enviaba eu sus
grandes designios. Desde luego
tal fortuna me pareció un sacer-
docio, y no hubo un pensamien-
to en mí para esta vida, de que
vos, pobre mujer, vos habéis aca
so saboreado^la dulzura; ni una
hora de calma, ni nna sola; me
sentía lanzado como la nube de
fuego, pasando desde el cielo á
abrasar las ciudades malditas.
Continuara.
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port, Memphis, San Lonis y mas allá.
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Laredo, y hace oonexidn en esta población con el Naoional Mexicano hasta la
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San Antonio( Texas. San Antonio, Texas.
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Trafilo Manager, Palestino, Texas. Asst. Oenl. Pass. k Tkt. Agt
Palwtine, Texas.
ÜÜ-.. 'si
No te duermas, no te duermarl
Dale á la a^uja, muchacha,
tpie ya está impaciente el novio
«pie ya poco tiempo falta. ... .v|
Pónle enesje á esa cami -a
V pónle blonda á esa sáltana,
«pie entre encajes) entre blondiii^i
estií la mujer n:ás guapa.
No te acongojes al ver
<pie vierte tu madre lágrimas. ..
En víspera de su boda
de seguro no lloraba
Con ipie, no te acuerdes de ella,
y piensa en «pie el novio aguarda
para aprisionar tu cuerpo
y para besar tu cara.
•Apr ieta bien el bordado
de esa* letras enlajadas,
| on raso en en ese corsé
y nílÍH pluma en ena almohada,
«pie se te antoja pequefla
y ijue para el uovio es larga.
Perfuma Ja ropa bien,
auinpie la mejor fragancia
la tomará de tu carne
palpitante y sonrosada
No te de vergueza, chica.
Así está bien. . . .No latinadas....
¿Te distrae? Pues me parece
• pié está mal «|iir te distraigas.....
j Cierras lt s ojos'..¡Por Dita!
¡.pie no te duermas, muchacha!
Ma> ya lo entiendo: es «pie sueñas
con una exi>ieiu ia plácida,
V oyes rumores de besos
y cariñosas (inhibras,
;y piensas en. . . .¡Pero chica,
<[tn* la estro¡>c; s! ¡Pues nuda !
¡ una camisa <lc niílo
<Iui< res cortar í Pobre sábsua/
No sueñes tanto, por Dios;
no te adelantes muchacha.
1.1 ls 1)k AnsoBKXA.
OT1JO NKííKITO PóKTA.
Leemos eu el "Presente'' de
Puebla:
"A<|I1Í está Tibnrcio Flores
Kl 11ue vende chatamuHcas,
ti ice ber*< s 'e amores
A las gar\anderas cuscas."
No es fábula: declamando el ver-
so ai teiior llegó ante el Jmz
1 de sentencias, conducido | r
un gendarme el domingo a b..
si«'te de la noche, el eo!HK*Íd«
vende.¡or de charamuscas Tibu.* ,
ció Plores, en estado de ebrie.
dad.
Preguntado j or «pié lo traían,
contestó en el acto:
"Me lian robado, señor Juext
La cobija y el sombrero.
Las palanquetas de nuez;
Todo, menos mi pandero." 1
en efecto, el poeta de los ba-
rrios iba sin cobija, sin cajón de
dulces, sin sombrero, mascón sti-
inseparable pandero entre las nía.
nos
El señor Juez I>. Domingo Di
az y su Secretario. D. Miguel Pm
m,a, no pudieron menos que reir- ]
se de las ocurnnicias «leí p
quien en el acto les «lijo:
' Perdonen luis tonterías
Mientras recobro la calma,
Kl Juez don Domingo Diaz
Y>ui secretario Palma.''
Tibnrcio Flores hubiera seguí
«lo echando versos ni no se lo
liibe terminantemente el Jueil.
te le ofreció que averigui
quien le habia robe do, lo ie|
dió |>or andarse embriagando
lo mandó á dormir.
El Poeta bajó las «acal|
murmurando;
uKstá bien, voy A cliii
Peix con la convicción
De que antes pesco otra
Que los cu icos al ladrón.*
' «.-i ■. v-' isSaiafa
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Cruz, Pablo. El Regidor. (San Antonio, Tex.), Vol. 3, No. 112, Ed. 1 Saturday, April 4, 1891, newspaper, April 4, 1891; San Antonio, Texas. (https://texashistory.unt.edu/ark:/67531/metapth192911/m1/3/: accessed April 30, 2024), University of North Texas Libraries, The Portal to Texas History, https://texashistory.unt.edu; crediting UT San Antonio Libraries Special Collections.